COLUMNISTAS

Insurrección rusa

 

Por Jessica Woolrich

El pasado viernes 23, la atención de todo el mundo se fijó en los sucesos que se estaban desarrollando en Rusia, cuando la empresa Wagner, que es una organización paramilitar privada de mercenarios altamente calificados y que ha sido contratada por Putin para luchar junto al ejército ruso en los diversos conflictos bélicos en los que Moscú ha estado involucrado desde el 2013, se rebeló en contra del Gobierno Ruso y comenzó a invadir algunas ciudades y a llamar a las armas a otras organizaciones paramilitares y a la ciudadanía en general, todo indicaba que era el inicio de un Golpe de Estado y lo que podría haber sido una nueva Guerra Civil en dicha nación, razón por la cual la preocupación mundial aumentaría y cientos de preguntas llegarían.

Sobre todo porque pocos podían comprender cómo es que de ser aliados, el gobierno de Moscú y la empresa contratista Wagner, encabezado por Yevgueni Víktorovich Prigozhin, quien hasta ese momento era considerado uno de los oligarcas rusos más cercanos a Putin, habían llegado hasta un punto que ponía en riesgo la estabilidad de aquella nación, pero la realidad es que ya habían habido muchas señales que apuntaban a un eventual rompimiento, sin embargo, nadie imaginó que  llegarían hasta este punto.

 

Es que desde su creación en el 2013, la empresa fundada por quien fuera “el chef de Putin” y que después se convirtiera en el contratista de alimentos del ejército ruso, la polémica no ha faltado, primero porque evidentemente el ascenso de Prigozhin, qué pasó de vendedor de hot dogs en la calle, a chef del Presidente, y finalmente a poseer una fortuna superior a los mil millones de dólares, provocó que muchos cuestionaran el favoritismo del gobierno, a tal grado que cuando además de proveer alimentos, el empresario decidió fundar una empresa militar privada que ha sido beneficiada por distintos contratos millonarios, por lo que muchos señalaron que todo apuntaba a que la guerra se había vuelto un negocio que favorecía a los más cercanos al presidente.

Pero la polémica no terminó allí, porque pronto se hizo evidente la lucha de poderes entre  Prigozhin y el Ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, quienes se acusaban mutuamente por algunos sucesos en el campo de batalla, como cuando en la intervención de Rusia en Siria, el empresario acusó al ministro de utilizar “métodos arcaicos” que evitaban que el ejército ruso tuviera avances significativos, después incluso la empresa Wagner responsabilizó al ministerio de defensa por el ataque a sus posiciones en Palmira, y así los dimes y diretes eran constantes, por lo que la tensión se fue incrementando y finalmente cuando la ruptura se hizo evidente, fue cuando en Ucrania, Prigozhin se negó a que los miembros de su ejército privado firmaran contratos personales con el ejército ruso, porque eso implicaría que se subordinarían a las órdenes de Shoigu, así que cuando el pasado viernes se dió el intento de golpe de estado, quienes habían seguido de cerca este tema, no estaban sorprendidos.

Lo que sí sorprendió es que en menos de 48 horas la insurrección desapareció cuando Wagner anunció la retirada y a raíz de la mediación por parte del Presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, el gobierno de Putin decidió incluso archivar y cerrar cualquier acusación en contra de Prigozhin, provocando así que muchos se cuestionen ¿cuál fue el verdadero motivo detrás de éste suceso? Y sobre todo ¿qué hay entre el empresario y el Presidente de Rusia, para que todo terminara de forma pacífica y sin mayores explicaciones?

La realidad es que muy difícilmente se conocerán los detalles, lo que sí es un hecho que como dijo Lenin; “Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase.