COLUMNISTAS

Nueva República, libre, democrática, justa

 

Por Arturo Salcido Beltrán

Doscientos años después de una fallida independencia, incompleta e incomprendida, y a cien años de una revolución traicionada, la sociedad mexicana no tiene rumbo ni proyecto.

Los españoles siguen siendo dueños de la economía nacional y tienen el patronato de la iglesia católica. Ni qué decir de que sigan creyéndose conquistadores y de que repitan hasta la fecha que hicieron en gran favor de traer a estas tierras su cultura y su religión.

Los negocios de los españoles siguen siendo los mismos, almacenes, cantinas, hoteles, inmobiliarias, y ahora los bancos. Comparten el control de la economía nacional con los norteamericanos, dueños de la escasa industria, de las maquiladoras, de las grandes cadenas de suministros, y de los aparatos financieros.

Los gobiernos, más o menos mexicanos que han desfilado durante estos 213 años, excepto muy contadas y muy cortas excepciones, no han tenido visión de largo plazo, ni programas, ni metas.

A pesar de la existencia de gigantes en nuestra historia como Morelos, Gómez Farías y Juárez, sus ideas no han prevalecido, y poco a poco se han diluido, hasta casi desaparecer.

El pensamiento liberal revolucionario francés, que nos llegó a medias principalmente a través de Estados Unidos, fue también reducido por nuestros pensadores y dirigentes independentistas y revolucionarios, quienes se encargaron de hacer aprobar modelos de constitución que tuvieron y tienen como principal objetivo el control del poder por los caudillos en turno.

 

 

En más de 200 años no hemos construido una nación, no somos una República, no tenemos Estado, estamos aún lejos de tener gobierno.

Al leer esto muchos se sorprenderán y tal vez se indignen, pero más indignante resulta que no entendamos las diferencias de estos conceptos, al extremo que la gran mayoría de la población las usa indistintamente como si fueran sinónimos.

No somos una nación. Una nación no es, territorio, población, religión e idioma. Tampoco es ir en multitudes a causar desmanes en cada lugar en que juegue la mediocre selección de futbol de las empresas televisoras.

Una nación es un proyecto permanente en común de orgullo, pertenencia y destino; nunca hemos tenido un proyecto nacional auténtico, ni siquiera un modelo educativo que lo proponga. La Constitución de 1917 se propuso un modelo nacionalista, popular, de beneficio colectivo, pero fue borrado muy pronto.

No tenemos un aparato de conciencia nacional que comprenda, establezca, planee y dirija los destinos de la nación, nunca hemos tenido un Estado, sólo pillos que se reparten el poder y se perpetúan en él.

No somos una República, si en cada proceso electoral se negocian los repartos del poder entre camarillas cobijadas bajo el nombre de partidos políticos; todos los grupos gobernantes, de todos los partidos, han modificado las leyes electorales en su beneficio.

No tenemos gobierno; esto no es gobierno. Ni los del PRI, ni los del PAN, ni los de ahora. ¿Qué nombre debiera recibir esta asociación abierta de policías, ladrones, narcos, militares, jueces y políticos involucrados todos? Obviamente no existe la justicia; todo es un mercado negro.

No somos una federación, si evidentemente todo el poder se ejerce desde el centro y no hay nada más falso que los municipios libres. 

Evidentemente no existe división de poderes, aunque ahora sabemos que al presidente ya no le hace caso el poder judicial.

Necesitamos una nueva Constitución que redefina las cosas, pero más necesitamos un nuevo orden y luego una nueva Constitución.

Como no puedo ni me toca poner orden, he propuesto una nueva Constitución que pueda contribuir a la puesta en marcha de mecanismos democráticos que permitan la consolidación de una forma de representación republicana, que conduzca a la formación de una nueva etapa de construcción de una nación libre, federada, con división de poderes, nacionalista, con propósitos de bienestar social colectivo, defensora del ambiente, de la salud y de la vida.

 

Síntesis de la propuesta constitucional:

  • 1. República Federal.  Tres jurisdicciones de competencia y de gobierno, integradas
  • 2. División de Poderes. Tres poderes y tres jurisdicciones. Integración de los tres poderes, en las tres jurisdicciones por elección popular
  • 3. Sistema Parlamentario. Poner fin a las monarquías sexenales; igual para estados y municipios
  • 4. Integración plural de los órganos de elección por mayoría relativa y representación proporcional directa, sin listas de favoritos. La voluntad popular debe ser clara por territorio electoral y precisa en sus porcentajes por distrito, entidad federada y nacional, sin cuotas entre partidos

 

En el mundo se viven hoy muchos procesos de renovación constitucional, y en todos ellos, se alzan nuevas voces que reclaman nuevos instrumentos electorales, políticos y de gobierno, así como nuevas demandas de progreso y de bienestar para los pueblos.

A todos los procesos hemos llegado tarde y los hemos copiado mal. (Claro, hay quienes dicen que la revolución mexicana fue la primera del Siglo XX).

Tal vez no importe en qué lugar arranquemos, pero debemos iniciar la discusión.

 

<<Dedicaremos algunos artículos a esta propuesta y esperamos opiniones y sugerencias>>

 


 

* Director General de publicaciones del Instituto Politécnico Nacional | 2001-2010

* Autor del proyecto de iniciativa de Ley para una Nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos | 2000

* Diputado federal por el Partido Comunista Mexicano | 1979-1982

* Presidente del Colegio Nacional de Economistas | 1989-1992

 

 

Correo: asalcido.b@gmail.com

Twitter: @AsalcidoB