COLUMNISTAS

Perú se desangra

 

Por José Páramo Castro

Dejar de cuestionar el gobierno golpista de Perú sería tanto como reconocer su legitimidad. El gobierno usurpador de ese país se queja de que México no hace caso de sus declaraciones sobre la prohibición de que exprese el Presidente López Obrador se exprese sobre la realidad peruana, lo cual implicaría también reconocerlo, a pesar de que son los peruanos quienes en las calles se expresan con la camarilla en el poder.

Un golpe de Estado de esa magnitud representa el asesinato de la democracia, donde el homicida ocupa el lugar de la víctima. Dina Boluarte asegura que su renuncia significaría que Perú entrara a un caos social, cuando el caos social empezó cuando ella llegó.

En México la derecha obsesionada con descalificar todo lo que provenga del gobierno señala que se violenta la Doctrina Estrada, que impulsa la autodeterminación de los pueblos, pero lo que quieren los conservadores es que se respete la autodeterminación de los gobiernos golpistas, porque en Perú nadie quiere a la junta golpista encabezada por una señora que ya no puede con el encargo llamada Dina Boluarte.

 

 

Desde luego que para que un golpe de Estado tenga éxito debe haber una traición, y la traidora fue Dina, porque era la vicepresidenta de un gobierno constituido democráticamente, pero le llegaron al precio para atentar contra la libertad de Pedro Castillo y contra el asesinato de la democracia en Perú. Golpista y traidora. Mercenaria y fascista.

No hubo convicción suficiente en Dina a la hora de acompañar a Castillo en las elecciones, pero sí hubo intereses concretos a la hora de dejar la lucha social para darle el poder a la oligarquía peruana.

Así hubiera un gobierno democráticamente constituido la represión que imponer Dina debe ser denunciada y encarcelada, y exigir sanciones a las fuerzas policiacas de Perú que atentan contra los derechos humanos y la propia vida de los peruanos. La derecha en México, en su habitual miopía, ve sólo la destitución de un presidente que no coincide con su concepción anacrónica del mundo, pero se olvida que se autodenomina defensora de la vida y en eso habrá que poner más atención y no tomar la realidad como una consigna política siempre.

Dina habla de democracia como si lo que ella hizo fuera un acto legal, mientras la prensa de derecha de América Latina, que en realidad es un pleonasmo, quieren hacer creer que la antidemocracia surgió de parte de Pedro Castillo al disolver la asamblea, cuando en la Constitución de su país se otorga ese poder al Presidente electo democráticamente.

El delito que se le imputa a Castillo es un inventa de la nueva junta de gobierno, el cual fue ratificado con 18 meses de cárcel, por el delito de rebelión, sin que haya causales, ni delito descrito, simplemente porque llegaron ellos a quitarlo del poder. La disolución de la asamblea es totalmente legal en Perú, se encuentra dentro de las atribuciones del Presidente y no hay motivo de destitución y menos aún de delito alguno.

 

 

La defensa de Castillo sustentó la petición de revocación de la prisión preventiva argumentando que el antejuicio político no fue llevado conforme al derecho, ya que este se hizo en un solo día. El reglamento del Congreso estipula que el proceso debe durar al menos dos semanas.

Se trata de una Inquisición del siglo XXI, donde se castiga al que piensa diferente, más aún si ese que piensa diferente es el presidente electo por la mayoría de los peruanos que ahora se vuelcan en las calles para exigir el regreso de Castillo al poder.

Aunque se esfuerce dina en afirma que la mayoría de los peruanos está con ella simplemente la condición inevitable de golpista al contradicen porque debió imponerse por la fuerza la voluntad popular. Considera que el resto del mundo y la población de su país no conocen las leyes y quiere manipular con mentiras para gobernar ilícitamente hasta 2024.

A Boluarte le molesta la injerencia de México porque se habla un día sí y otro igual de la represión, la violencia y la antidemocracia que protagoniza, pero no le molesta la injerencia de Estados Unidos que fue la que financió el golpe de Estado que ella encabeza. Su indignación es selectiva y tiene límites, así como la paciencia de los peruanos. No hablar de lo que sucede en Perú es ser cómplice del asesinato, la tortura, la represión, la prisión, el fascismo.

 

 

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