COLUMNISTAS

Robándose los ahorros de los ciudadanos

 

Por Ricardo Homs

A partir del revuelo público producido por una modificación a la ley que define que las cuentas bancarias inactivas podrán ser confiscadas, es que descubrimos que esa ley que queremos impedir ya existe y está vigente dentro de la legislación aplicable a las instituciones financieras. Sin embargo, opera en dos etapas. Si usted tiene una cuenta que no muestra abonos o retiros durante sólo tres años, entonces el banco le enviará a su domicilio una carta avisando que su dinero será retirado de la cuenta propiedad de usted y pasará a una cuenta concentradora durante un periodo de tres años, al término de los cuales, deberá entregarlo al gobierno para beneficencia pública.

Lo terrible que se legisle sobre supuestos racionales, -aplicables a un mundo ideal, que no es nuestro país-, pues no se consideran los hábitos e idiosincrasia de los mexicanos.

Primeramente considerar que los mexicanos no estamos acostumbrados a mudarnos de casa y avisar a todas las instituciones y menos a los bancos. Que usted puede haberse mudado de forma temporal fuera de su ciudad o de nuestro país, por lo que el aviso no llegará a sus manos.

Si esta no fuese una realidad cotidiana, no sucedería el calvario consistente en que si usted solicita un número telefónico nuevo, le entregan uno que ya tiene historial y si perteneció a un deudor, seguramente usted será víctima de los cobradores agresivos del banco durante varios años.

Por tanto, si el aviso respecto a su cuenta inactiva no llega a usted, a partir de eso el banco sentirá concluido su compromiso y no lo rastreará como lo haría en el caso de que usted sí fuese su deudor.

Si usted se va a vivir fuera del país, con la expectativa de regresar y no cancela sus cuentas y deja dinero en ellas, si regresa después de seis años, su dinero no existe y seguramente el banco cancelará su cuenta, por lo que no habrá rastro que seguir.

Este es el momento de revertir esta ley del 2008, pues dejar que esto se mantenga vigente significa traicionar la confianza de los clientes del banco que depositaron dinero para una emergencia futura, -o sus ahorros para la vejez-, o un dinero que significa tranquilidad frente a la incertidumbre. Además, un amplio sector de la población que forma  los sectores populares, no tiene hábitos bancarios ni revisa cuentas. Esto es un atraco a los pequeños ahorradores y los bancos deben defender a sus clientes. De no revertirse esta ley del 2008 de forma radical, la ABM y todos sus socios se convertirán en cómplices del robo más grande de México.

 

 

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