Críticas opositoras
Por José García Sánchez
Ante la falta de descalabros reales en la administración pública como los que se acostumbraban cometer los funcionarios públicos en el pasado, la oposición hace de las anécdotas, de lapsus o deslices todo un problema coyuntural. Lo magnifica y lo desarrolla como signo de antidemocracia, corrupción, deshonestidad y retroceso.
Hacer de lo superficial algo profundo y trascendente ante la carencia de elementos sustanciales de crítica seria, habla peor de quien emite esos cuestionamientos que a quien van dirigidos, pero esto ya se volvió costumbre en el rancio mundo de la difusión conservadora.
Por otra parte, exaltar errores mínimos intenta minimizar las corruptelas del pasado y los dislates del presente de una oposición que no está acostumbrada a estar marginada del poder.
Toman un elemento nimio que puede ser motivo de crítica y desarrollan a partir de ese hecho o declaración toda una especulación que arroja temerarias afirmaciones que luego los medios dan a conocer como un hecho consumado. Desde la casa gris hasta los estudios del hijo del ex Presidente en Londres, pasando por la reincorporación a Morena de Andy López Beltrán, hay más fantasía que realidad, pero esas son las reglas del juego de una oposición carente de propuestas y de seriedad en las críticas.
La falta de propuestas le obliga a la oposición a magnificar errores sin importancia o de poca monta del gobierno, que si bien hay que publicar, no son de la magnitud ni en cantidades de corrupción ni frecuencia de los gobiernos anteriores, de esa manera aparecen en los medios pero no realizando su trabajo sino como comentaristas de una acción de la que están al margen, como si se tratara la política y el desarrollo del país de un programa televisivo.
Si la oposición tuviera más conocimientos políticos y experiencia real en la administración pública seguramente encontraría más factores de crítica, pero son flojos hasta para pensar y conocer lo que desconocen, como es el caso de la historia y la legalidad.
Los panistas reconocen en sus viejos líderes a grandes hombres, y una de sus diferencias notables es que ellos sí leían, se preparaban para la lucha no nada más en la práctica, que en realidad ya desde esos tiempos era muy poca, sino en la teoría. Pero nunca se ha visto en los últimos 24 años a un panista con un libro bajo el brazo.
Los libreros de sus oficinas lo llenan con fotos de sus ídolos que van desde Corina Machado hasta Luis Almagro, carne de presidio. Los muebles de sus oficinas tienen todo menos libros, eso sí una pantalla gigante donde ven las mentiras reproducidas que ellos emiten desde su fábrica de mentiras.
La oposición se aleja del conocimiento, de la cultura, del arte, pero sobre todo de la política. Una progresiva trivialización se convierte en noticia, o en pretexto para la crítica y en elemento de desgaste contra opositores. De algo sin importancia quieren hacer un peligro inminente para México, cuando en realidad actuar así arroja un grave desajuste democrático para el país.
Desconocer los verdaderos problemas de un país que sigue siendo pobre por obra y gracia de los regímenes anteriores, los vuelven frívolos, con una visión distorsionada sin asidero sólido en la realidad porque terminan muchas veces creyendo sus propias mentiras y hasta quieren volverlas leyes y sustento ideológico.
La miopía de la oposición los obligó a seleccionar una candidata que fue una vergüenza nacional, incluso para quienes son indiferentes a la política.