COLUMNISTAS

La paja en el ojo ajeno

Por Ricardo Homs

Igual que hace más de 50 años, cada época de campaña electoral presidencial pone en el centro de la discusión el tema de la corrupción. Ya el presidente Miguel De La Madrid en su campaña de 1982 planteó este tema que se volvió recurrente como una utopía que nunca se alcanzó.

El combate a la corrupción fue el principal compromiso de este gobierno y casi al fin del sexenio no sólo no ha disminuido la corrupción, sino que se ha incrementado con asignaciones directas en las costosísimas obras de gobierno. Además, se han blindado con total opacidad para evitar que se exhiban los abusos. Efectivamente el combate a la corrupción en este sexenio ha consistido en perseguir la corrupción… pero de los gobiernos anteriores; “la paja en el ojo ajeno”, mientras la propia se tolera y se protege de miradas ajenas.

El tema de la corrupción es una asignatura pendiente para México y por ello es un tema que ya está sobrediagnosticado.

Sin embargo, hoy queda claro, -en una época en que la tecnología y la informática ofrecen un control absoluto-, que el problema para erradicar la corrupción no está en la creación de nuevas leyes, pues ya existen. Más bien el problema es la falta de decisión política para combatirla, -por un lado-, y por otro, la sumisión de las fiscalías de justicia al presidente en turno, lo que imposibilita que quien debe aplicar la ley tome decisiones arriesgadas.

En todos los países del nivel de desarrollo económico del nuestro, -e incluso en países como en Perú, Brasil y Guatemala, por poner ejemplos-, se ha combatido la corrupción, llegando incluso a encarcelarse a presidentes de la república cuestionados por corrupción o abuso del poder, algunos estando en ejercicio de funciones. Ésto ha sido posible a partir de la fortaleza institucional de la fiscalía general del país y su independencia respaldada por toda la fuerza del Estado

Es importante destacar que a partir de la sistematización y la digitalización de todas las actividades de la administración pública, así como el impacto de la globalización, hoy es muy fácil impedir la corrupción.

Además, en los últimos años hemos visto como México se fue preparando para dar un paso a la erradicación de la corrupción, -no por voluntad política-, sino por la vía de la fortaleza institucional.

Ésto se fue desarrollando a partir de la creación de instituciones independientes y autónomas como el IFE, el TEPJF (el tribunal electoral), el IFAI, (hoy INAI), así como la COFECE, (regulador de la competencia económica) y otras instituciones que empezaban a dar frutos. A partir de ésto se empezó a visualizar que algún día, -con apoyo del control operativo e institucional-, se pudiese erradicar la corrupción como hoy sucede en cualquier parte del mundo civilizado.

Por ello hoy vemos con preocupación que las decisiones del presidente López Obrador ponen en riesgo la sobrevivencia de las instituciones autónomas que hasta hoy controlan y dan sentido a nuestra vida democrática y esto nos augura el regreso al México autoritario de hace 50 años, pero exponenciado y magnificado por una corrupción desmedida.

En el México del priísmo jurásico  del siglo XX los políticos se conformaban con el 10% de comisión por la asignación de las obras y lo asumían con una gran discreción. La riqueza en esas épocas no tenía forma visible de exhibirse públicamente, pues no había ni los satisfactores que hoy se han vuelto símbolos de la gran riqueza, ni las redes sociales, que hoy hacen público el éxito económico. Esto controlaba un poco la corrupción en los niveles jerárquicos inferiores, aunque definitivamente existía de modo rústico y velado pues existía el temor de enfrentar a la ley.

En cambio hoy todo mundo sabe que la riqueza de los políticos nace de la corrupción que crece al amparo del poder del estado.

Hoy en la época de la 4T el cinismo es desmedido; el 10% de comisión se convirtió en 30% o hasta 40% y las redes sociales generan un fenómeno en cascada, lo cual ha hecho inmensamente ricos en corto tiempo a todos los políticos. La opacidad estimulada con patente de corso gubernamental, -generando la figura de “documentos reservados por seguridad nacional”-, promovió la impunidad.

A su vez, quienes no se han visto beneficiados de estar cerca del poder gubernamental en tiempos de la 4T han optado por buscarse su propio medio de generar riqueza rápido y sin trabajar, -aprovechando la indiferencia que desde Palacio Nacional se evidencia frente al fenómeno delincuencial -, por lo cual los marginados ambiciosos se han dedicado a crear sus propias corporaciones criminales para extorsionar a la ciudadanía y despojarla de su patrimonio, como sucede en muchas zonas de nuestro país; dos caras de la misma moneda… gobierno y delincuencia.

La única forma de combatir la corrupción, el abuso de poder y la delincuencia, es a partir de tener instituciones fuertes e independientes, que investiguen y juzguen con veracidad los delitos, y lo más importante… una fiscalía general de la república verdaderamente independiente, capaz de enfrentar a los poderosos e imponer la ley al nivel jerárquico que fuese necesario.

Aunque la FGR por ley es independiente del Poder Ejecutivo, -ya que su titular es seleccionado y nombrado por las dos terceras partes del Senado de la República-, es necesario desvincularla de la influencia que sobre el procurador tiene la presidencia de la república. Sólo así podrá ejercitar el poder que por ley tiene para coordinarse con el Poder Judicial, -quien es quien imparte justicia y define después de un proceso la inocencia o culpabilidad de un indiciado-, y a partir de una sentencia, cumplir con la orden de captura del sujeto y su reclusión en prisión.

En los casos de corrupción al más alto nivel gubernamental es la Fiscalía General de la República la que incumple con la obligación de perseguir este tipo de delito.

Debemos centrar en este punto el tema de combate a la corrupción.

¿A usted qué le parece?