COLUMNISTAS

La traición de Ebrard

 

Por José García Sánchez

Marcelo Ebrard pasa de ser la derecha de Morena al golpismo contra la 4T, principalmente contra el Presidente de la República, al legitimar como interlocutora a Xóchitl Gálvez, la precandidata de la derecha deslegitimada por ella misma en sus acciones ilícitas contra la administración pública y la población mexicana.

Si el proceso de desarticulación de la supuesta candidatura de la ex delegada en Miguel Hidalgo se convirtió, de manera espontánea, prácticamente en una consigna, –por convicción y con suficientes elementos como para abandonar, de inmediato, el servicio público y ser candidata a la cárcel—en defensa del partido al que pertenece y en favor de la legalidad, pero Ebrard llega con la desesperación que le caracteriza a intentar crear una diálogo o debate con alguien que debía, por ley, estar defenestrada.

La lucha de Ebrard por demostrar que existe en esta carrera por la candidatura, lo obliga a alterar el orden legal, a ser cómplice de delitos administrativos y violentar las disposiciones de su partido. Desconoce la lealtad hacia el Presidente de la República con este tipo de conductas que sólo lo llevan a reafirmar que nunca ha pertenecido a la 4T y que su currículum novelado, convertido en punta de lanza para su campaña, es sólo una justificación para convencer de que quiere ser, pero no de que puede ser.

La decadencia de la posición de Xóchitl Gálvez, es la parte con la que más se identifica Ebrard, porque una vez que se desinfló su figura, sus mentiras se descubrieron, sus ilícitos se ventilaron, sus orígenes se evidenciaron, la precandidatura de Gálvez simplemente se vino abajo, a grado tal que se pospuso la marcha en su favor programada para el domingo 23 de julio, por falta de quorum. Probablemente nunca se lleve a cabo porque carece de apoyo popular como para mostrar fuerza en una marcha.

Esta es la figura agónica de una candidata de oposición, a quien Ebrard quiere legitimar como un agente político digno de su trayectoria personal, plasmada en un libro que intentó ser un best seller y a la fecha ya se encuentra en las librerías de viejo a 20 pesos. El problema es que se difundió tanto por las redes y se regaló tanto físicamente que ahora nada vale.

La disminución progresiva de las simpatías de Ebrard tiene muchas aristas, entre ellas el hecho de que el discurso de la pobreza, la bandera de la reivindicación de los pueblos originarios y la intención de la igualdad fue arrebatada a Morena por Gálvez, diciendo que era pobre, indígena y luchadora social. Ante este escenario discursivo, aparecen las declaraciones solitarias de Ebrard defendiendo y tratando de representar, a una clase media, con aspiraciones individualistas, con poca conciencia solidaria y muchos convencionalismos anacrónicos.

Es decir, el único discurso de derecha en el panorama nacional actual es el de Ebrard, quien ahora confirma su tendencia hacia el centro o hacia la derecha, según se interprete su posición, con la búsqueda de un debate con Gálvez, a quien la ley la ha colocado en el banquillo de los acusados por confesión de parte, al afirmar en público que era empresaria y servidora pública. Como empresaria vendía al gobierno y como servidora pública aprobaba a su empresa y apoyaba a sus clientes para que formara contratos y ventas millonarias.

Para la derecha, incluidos Ebrard y Gálvez, este tipo de acciones no representan un delito, a pesar de ser sancionadas por la Ley de responsabilidades administrativas en su Artículo 7º. Se trata simplemente de una practica que se llevó acabo por muchos años por los regímenes priistas y panistas y una mancha más al tigre ni se advierte.

El destino de Gálvez obedece a su propia naturaleza de mentiras y fraudes; sin embargo, la diferencia con Ebrard disminuye hasta desaparecer porque con el simple hecho de solicitar un debate con quien debería estar en la cárcel, confiesa su identificación y comulga con sus delitos.


 

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