COLUMNISTAS

Héroes o delincuentes

 

Por José Páramo Castro

La estigmatización de la lucha social quiere ser incluida en la delincuencia, Hay opiniones que descalifican la calidad moral de la actual presidenta de la actual Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, por haber tenido un hermano guerrillero. La opresión de los regímenes pasados obligaba a estas posturas en toda América Latina.

Por otro lado, esos mismos grupos, defienden a los delincuentes comunes que por el simple hecho de militar en un partido político son autodenominados perseguidos políticos y para alcanzar esta categoría y tener argumentos no dejan de criticar hasta el insulto al gobierno, de tal suerte que parezca que los encarcelan por cuestionar al gobierno y n o por los delitos comunes que cometes.

 

En cambio, ven en la historia la manera de hacer de los héroes delincuentes. Las guerrillas en América Latina surgen como producto de un autoritarismo que obliga a la radicalización de posturas sociales, entre ellas la guerrilla. La propia derecha protagonizó, hace un mes una marcha callejera, lo cual significa que han radicalizado sus tradicionales posturas de apatía social y organizativa.

El extravío histórico de algunos, afortunadamente pocos, sobre la necesidad de levantarse en armas por la opresión que llegaba a la tortura, la cárcel, la desaparición, la muerte lo colocan ene le terreno de la delincuencia. En ese rango se encuentra el hermano de la actual presidenta de la CNDH, quien ocupa el lugar de verdaderos represores, por decir lo menos, como Jorge Carpizo, o Jorge Madrazo Cuéllar, uno fue antes procurador de Justicia en tiempos de represión y el otro posteriormente a su trabajo como ombudsman, cuando la entonces PGR era un centro de tortura, una fábrica de delincuentes a la medida, un diseño de delincuentes a la conveniencia de los gobernantes. Pero resulta que a Rosario Piedra le ven el grave problema de haber tenido un hermano guerrillero, como también lo fueron en su momento Hidalgo, Morelos, los hermanos Serdán, Villa, Zapata. No ha proporciones guardadas hay prácticas similares ante la opresión que aniquilaba al pueblo.

 

PANISTAS PERDIDOS

Los conservadores, los amantes de la inmovilidad histórica, insisten en ver delincuentes donde no los hay y héroes donde hay delincuentes como podrían ser los implicados en el cártel inmobiliarios donde Jorge Romero, Santiago Taboada, Christian Von Roehrich, Mariana Gómez del Campo, etc. Todos panistas todos con delitos comprobados. Todos se dicen perseguidos políticos.

Pueden nombrarse a otros panistas que se sirvieron del poder para delinquir, desde Guillermo Padrés hasta Cabeza de Vaca, pasando por Ricardo Anaya y Luis Ernesto Derbez. Y hay una larga lista, acompañados por otros delincuentes priístas que tienen delitos comprobados y que no dudan ni un segundo en autodenominarse perseguidos políticos en el momento mismo en que son descubiertos sus delitos.

La lucha social está llena de delincuentes para los ladrones de cuello blanco. Quieren hacer ver a quienes transforman como unos transgresores de la ley, cuando en realidad en nombre de la inmovilidad ellos son los que saquean a los ciudadanos.

Las luchas sociales son para ellos un delito, llámese revolución, independencia, guerrilla, rechazo al invasor. En cambio, son actos heroicos la permanencia, la pasividad social, el estancamiento democrático, la eterna pausa en la evolución, aunque en ese alto total de la historia ellos hagan y deshagan de las leyes y la justicia.

Si no hubiera habido cambio de régimen el cártel inmobiliario no hubiera sido castigado, aunque sí hubiera sido descubierto por las demandas de los afectados, cuyas vidas corrieron peligro ante la corrupción de los panistas al colocar las tuberías de gas ocultas, para tener más espacios para construir un mayor número de departamentos, edificaron más pisos de los permitidos sin importar la calidad del suelo ni la posibilidad de que se cayeran.

Pero la continuidad del poder como lo demostró el PAN y Fox en 2000 no fue más un nuevo maquillaje de la corrupción. La costumbre de los conservadores es criminalizar los movimientos sociales en cualquiera de sus expresiones y otorgar impunidad a los delitos comunes que se hagan bajo la sombra de la inmovilidad y el autoritarismo.

 

 

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