COLUMNISTAS

Los últimos ocho días

Por Aurelio Contreras Moreno

 

Las campañas han entrado en su recta final en todo el país. Queda exactamente una semana para que concluyan los actos de proselitismo, así como semana y media para la elección que va a definir el rumbo del país y de Veracruz para la siguiente década, por lo menos. Y el ambiente político, como el meteorológico, está que arde.

Contrario al triunfalismo del discurso que intenta propalar –con una pequeña ayuda de sus textoservidores y amanuenses más abyectos-, el morenato en el poder en Veracruz vive una profunda crisis que hace unos meses parecía impensable.

La candidata del oficialismo, Rocío Nahle, sufre una estrepitosa caída libre desde hace varias semanas, producto de la amplia exhibición mediática de sus millonarias propiedades, la vida de lujos y privilegios de su familia, el tráfico de influencias en beneficio propio y, especialmente, la manera déspota y prepotente con la cual se conduce con propios y extraños y que le ha abierto varios flancos dentro de su propio partido.

La purga de la semana pasada en la Secretaría de Gobierno del estado, producto de la paranoia que aqueja al morenato al cerrarse dramáticamente la diferencia en las encuestas con su principal oponente –según los promedios de las principales mediciones, por debajo de los cuatro puntos, lo que se considera un empate técnico-, generó un ambiente de terror y persecución dentro del régimen en Veracruz. A todos los empleados gubernamentales y operadores electorales los ven como probables traidores. Y así los tratan, con vejaciones de todo tipo.

Las consecuencias no se han hecho esperar. Varios de los últimos actos de campaña de la oriunda de Zacatecas han sido un verdadero fiasco: no solo no llena plazas de tamaño mediano a reducido, sino que ha tenido que acarrear personas de demarcaciones distintas a la del lugar del mitin –con promesa de playera, despensa y billete de por medio- para que se vea gente, lo cual ocurrió incluso con la candidata presidencial Claudia Sheinbaum presente, concretamente en Orizaba.

Ello es un indicador claro de que los operadores de Morena no se están moviendo, por lo menos no para Nahle, quien cada día que pasa muestra de manera más abierta la ira que la embarga ante la tunda mediática y política que recibe en medios locales y nacionales un día sí, y al otro también, lo que la lleva a maltratar hasta a los simpatizantes de Morena que le hacen peticiones.

La descomposición interna en Morena producto de la soberbia de quien se creía gobernadora antes de que votaran por ella escaló este martes, con la renuncia de cuatro diputados locales a la bancada que descoordina quien se detenta como “operador estrella” de Rocío Nahle, el impresentable Juan Javier Gómez Cazarín, otro de los “nuevos ricos” de la “cuatroté”.

La diputada Cecilia Guevara Guembe –quien fue la primera presidenta de la mesa directiva de la actual Legislatura- y los diputados Marco Antonio Martínez Amador de Acayucan, Fernando Arteaga Aponte de Veracruz puerto y Bonifacio Castillo Cruz de Papantla, abandonaron la bancada de Morena para formar un grupo legislativo independiente –para lo cual, también deben renunciar a su militancia-, al parecer inconformes con los “enjuagues” de su ahora excoordinador Gómez Cazarín. Pero sobre todo, porque fueron totalmente excluidos por Nahle de cualquier aspiración y posibilidad de futuro político en un hipotético régimen encabezado por ella.

La última semana que queda de campañas veremos un inmenso derroche de recursos –públicos, por supuesto- para dar la apariencia de fortaleza, en especial el próximo sábado, cuando Nahle y los demás candidatos y candidatas morenistas cierren campaña en Xalapa junto con Claudia Sheinbaum. Ríos de dinero se destinarán para camiones, despensas, playeras, gorras y lo que haga falta.

Mientras tanto, las grietas del régimen se hacen más profundas.